quarta-feira, janeiro 30, 2013

Emancipação feminina



A tragédia da emancipação feminina
 
Presa diversas vezes nos EUA, Emma Goldman exilou-se na Rússia em 1917 e, 20 anos depois, combateu o fascismo na Espanha. Anarquista, foi também uma ardente feminista que, apesar de algumas concepções datadas, várias vezes antecipou suas herdeiras da luta pela igualdade de gênero


por Emma Goldman( artigo escrito em 1906)


 


























"Vou começar com uma afirmação: deixando de lado todas as teorias políticas e econômicas, as distinções de classe e de raça, as fronteiras artificialmente traçadas entre os direitos das mulheres e os dos homens, afirmo que há um ponto no qual essas diferenças podem se encontrar e se fundir em um todo perfeito.
A paz ou a harmonia entre os sexos e os indivíduos não dependem necessariamente de um nivelamento superficial dos seres humanos nem requerem a eliminação das..."

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O grito de John Lennon



Arthur Janov





"Nunca vi tanta dor em toda minha vida", conta Janov sobre Lennon, abandonado pelos pais e criado por uma tia. "Ele me mandou o disco assim que ficou pronto e eu toquei para um grupo de pacientes. Todos foram à loucura, começaram a gritar, porque o álbum falou para suas almas. Foi incrível."

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quinta-feira, janeiro 24, 2013

"Puta", el nombre del Superyó por Leda Guimarães e José Vidal


La afirmación de Freud de que probablemente las mujeres carezcan de Superyó[1], curiosamente, no produce ningún escándalo en el mundo del psicoanálisis. A lo sumo una indulgente sonrisa en las mujeres o una secreta satisfacción entre los hombres, gesto performativo con el que se consiente, sin saberlo, a un orden, a un régimen.
Sin embargo, nuestra experiencia clínica con mujeres nos permite afirmar algo casi totalmente opuesto, que ellas se ven afectadas por el Superyó de una manera tanto o más significativa que los hombres pero con una particularidad: el Superyó en la mujer toma la forma de una injuria, Puta.
Puta es el nombre, impronunciable por formar parte de las palabras prohibidas, de cómo una voz se presenta a una mujer toda vez que ella se aproxima a la vida sexual y muy especialmente cuando es alcanzada por el goce que le es propio, definido por Lacan como el goce de  mujer., un goce Otro que el fálico.
Esto que presentamos aquí como un hallazgo tal vez resulte cómico por ser obvio para la mayoría de las personas, y especialmente para las mujeres, aunque no dicho.
Junto a la liberalización de las costumbres, a la permisividad sexual en las sociedades occidentales encontramos que la potencia de la injuria no ha disminuido y que, por el contrario, se articula al imperativo de goce contemporáneo.
En nuestra época, como lo ha establecido Jacques-Alain Miller, se verifica una suerte de inexistencia del Otro[2], una caída de los semblantes del padre y de los semblantes masculinos que nos permite hablar de la feminización del mundo. Pero esto no se acompaña de una liberación de la mujer respecto a la voz superyoica y, por el contrario, la caída de los ideales, de los semblantes con los que se revestía antes la figura del padre, va dejando cada vez más al desnudo la ferocidad de su cara superyoica y su empuje a un goce sin regulación, mortífero, asociado a una culpa igualmente desmesurada.
La caída de la vertiente idealizante pone en primer plano el objeto a bajo la forma de La voz. Y esa voz, como lo ha señalado Lacan, no dice nada, es pura injuria, es puro mandato de goce que hace caer la culpa sobre el sujeto a la vez que lo empuja a obedecer.
Esa voz dice “Puta.
No hay que pensar que sólo lo dice a las mujeres, aunque ellas pueden dar un testimonio preciso de ello. El varón, confrontado al ejercicio de la función fálica, no puede evitar encontrarse tomado por esa voz injuriante respecto a quien es su pareja, como verificamos en cantidad de varones obsesivos que se ven impedidos de asumir una relación afectiva con la mujer con la que han compartido la cama.
Llama la atención lo breve de la definición del sustantivo en el diccionario de la Real Academia Española: Puta: prostituta. La RAE limita extraordinariamente el significado de la palabra a la mujer que recibe dinero a cambio de sus favores sexuales.
Es asombroso porque la palabra Puta tiene, eso sí que lo puede decir cualquiera, pero especialmente un analista que escucha en su clínica a hombres, mujeres, niños y adolescentes, una extensión infinitamente mayor. Una mujer, la mayoría de las mujeres, experimentará la acechanza de la injuria no cuando recibe dinero a cambio de su sexo, aunque también en esa circunstancia, sino toda vez que el goce se haga sentir en su cuerpo.
Puta se hará oír si una mujer se muestra accesible a las demandas de los hombres, si lo hace más o menos rápidamente, si no propone demasiados obstáculos, si el número de hombres con los que frecuenta es mucho, si aun siendo mujer de un solo hombre disfruta del sexo, si la frecuencia con que lo quiere hacer es muy seguido, si lo hace con intensidad, si lo hace con pericia, es decir, si cuenta con un saber sobre el sexo, si le es infiel a su marido, novio, o pareja, si su ropa deja ver su piel, si su maquillaje es rojo, etc. Es decir, es infinita la lista de ocasiones en las que el nombre puta se hace presente explícitamente, viniendo del otro masculino, del otro social, de las demás mujeres, o implícitamente llegando como voz áfona desde las profundidades del inconsciente.
Y se hará presente también para el varón que se confronte con el deseo de una mujer con el correlato paradojal de impotencia y excitación con el que se asocia.
Pero digamos más: aun cuando la mujer evite todo contacto sexual la injuria puede incluso hacerse presente porque la represión presentada como virtud puede ser también el indicador de una lasciva encubierta, de modo que bajo el significante santapuede hacerse escuchar el Superyó femenino en una metonimia infernal. Se cumple así el carácter paradojal del Superyó que se muestra más severo con aquel que limita más la satisfacción de la pulsión.
Diremos también que el no querer saber sobre el sexo, proponiéndose la mujer como niña, como ingenua, expone a la misma acechanza. Ser “una mosquita muerta”, “hacerse la tonta” es el modo con el que el Otro social sanciona a la mujer que, conservándose en una posición de inocencia infantil, no puede evitar con eso mismo hacer aparecer el erotismo propio del goce de  mujer. que se oculta tras el velo de la niña.
La madre, significante con el que Freud intentó situar una salida airosa de la castración para la mujer, no escapa a la amenaza del Superyó femenino Puta.  La expresión “hijo de puta”, que en varias lenguas se reduce a Hijo de Madre, muestra la proximidad que también Freud pudo reconocer en los nombres madre y puta, ambas caras de una misma moneda. La injuria “Hijo de Puta”, antes impronunciable y hoy cada vez más extendida en su uso quiere decir, esencialmente, que la madre ha gozado, que la procreación no se deriva únicamente del derecho del padre sino que ha habido un goce no masculino, que ha habido el goce de  mujer.
En resumen, el insulto Puta se hace presente como el modo en que la cultura preserva el dominio del orden fundado en el falo.
Con lo que podemos decir que esa injuria, estará presente siempre como el correlato estructural del goce de  mujer. y que la injuria se hace presente como el modo en que el Superyó se presenta en la experiencia femenina. En todos los casos, en cada caso y en todas las circunstancias.
A la mujer, dice Lacan, se la difama, usando la homofonía en francés, dit- femme, y diffame, es decir, siempre que se habla de ella se ultraja su buen nombre, siempre que se dice mujer se le dice puta, porque es el modo con que el performativo de la cultura preserva el orden fundado en el falo.

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sábado, janeiro 12, 2013

Contardo Calligaris e o filme "56 UP"

Então era só isso?

Artigo da Folha de São Paulo


Michael Apted é um diretor de cinema inglês, premiado e popular (participou das "franquias" James Bond e Nárnia). Em 1964, aos 23 anos, ele fez um filme para a televisão inglesa, chamado "7 Up" (de sete para cima, com um trocadilho com o nome de um refrigerante), no qual entrevistou 14 crianças de sete anos, de origem social variada, perguntando quais eram seus sonhos, planos e desejos. Ele prometeu que voltaria a entrevistar as crianças a cada sete anos.
Apted manteve sua promessa. Entrevistou o mesmo grupo aos 14 anos, aos 21, aos 28 etc. A cada filme, os entrevistados comentavam suas repostas anteriores, ou seja, mediam as mudanças em sua vida.
Na semana passada, estreou, em Nova York, "56 Up": as crianças de 1964 (todas vivas) têm hoje 56 anos. Para ter uma ideia do conjunto e do último documentário, veja trechos no site da CBS.
A intenção inicial de Apted era documentar, ao longo de décadas, as consequências das diferenças econômicas e de classe. De fato, a mobilidade social existiu, mas não foi grande. Os mais ricos, que estudavam nas melhores escolas, foram para as melhores universidades e, hoje, estão, como se diz, bem de vida. Os mais pobres (alguns vinham de uma espécie de asilo para crianças carentes, outros, do East End de Londres) tiveram uma vida mais dura. Em suma, tudo tocante e mais ou menos previsível, salvo a sensação com a qual fiquei ao sair do único cinema de Manhattan em que o filme está passando, o IFC Center, na Sexta Avenida, na altura de 3rd Street.
Quase em frente ao IFC, do outro lado da avenida, está o Blue Note, que, desde os anos 1980, é um templo do jazz nova-iorquino. Deixando o cinema, deparei-me com o letreiro do clube: a "blue note" é aquela nota que é cantada ou tocada meio tom abaixo do que seria esperado e confere, portanto, à música e às letras uma dimensão de tristeza quase existencial (o "blues"). Por isso, alguns dizem que a "blue note" tem a ver com a vida nas plantações, sua dureza e a nostalgia de outro destino.
O trecho da Sexta Avenida de ambos os lados do cinema IFC fica animado até muito tarde: há dois sex shops e cinco ou seis estúdios de tatuagem e piercings. Para quem passar por Nova York e quiser se aventurar por lá: nenhuma preocupação, não há perigo de ser assaltado.
Mas há outros perigos, sobretudo se você já tiver esbarrado no letreiro do "Blue Note", depois de assistir ao documentário de Michael Apted. No meu caso, aconteceu o seguinte: fiquei parado, na calçada, intensamente triste, sem saber por quê. As únicas palavras que vinham à minha cabeça eram: "Então, era isso?".
Cuidado: nenhum dos entrevistados de Apted, nem na infância nem na juventude, expressou desejos extravagantes. A maioria, de um jeito ou de outro, teve a chance de tentar realizar seus sonhos. Claro, alguns escondem suas dificuldades (de nós e de si mesmos), mas, no conjunto, a vida não foi propriamente cruel com nenhum dos 14. Quase todos tiveram amores, filhos, alguma realização; um construiu uma bonita fazendola, outro comprou uma casa de férias na Espanha e outro, que fracassou na vida, foi eleito representante de sua comunidade. Então, qual é a razão da "blue note" que ressoou em mim?
Talvez seja a sensação de que a vida vai (aos poucos, de sete em sete anos) e que poderia ter sido outra. Mas será que poderia? E outra como?
Os estúdios de tatuagem e os sex shops da Sexta Avenida parecem sugerir que há vidas que, à diferença da nossa e da dos entrevistados de Apted, queimam rápido, sem se resguardar; mas basta entrar nas lojas para descobrir que nada aí dentro é "extremo" -o ideal de uma vida intensa, como um único grande e curto fogo de artifício, mal tem existência própria, mas é apenas o efeito da nossa nostalgia de "outra coisa".
Só há uma vida: a que estamos vivendo. É óbvio. Mas por que mal conseguimos viver sem imaginar que ela possa ou deva ser "outra"?
É uma aflição moderna, pós-romântica. Imagine que Emma Bovary e Anna Karenina tenham se juntado, desistido de complicar sua vida com amantes e sonhos, e transferido todas suas aspirações para seus filhos, ou seja, para nós. Rebentos dessas duas maravilhosas mulheres, como poderíamos achar que o que vivemos é suficiente? Como poderíamos ver o fim da vida se aproximando sem resmungar: "Então, era só isso?".

Freud e a busca da felicidade

Freud y los "quitapenas"


"Tal como nos ha sido impuesta la vida nos resulta demasiado pesada, nos depara excesivos sufrimientos decepciones, empresas imposibles.Para soportarla no podemos pasarnos sin lenitivos.Los hay quizá de tres especies: distracciones poderosas que nos hacen parecer pequeña nuestra miseria, satisfacciones sustitutivas que la reducen, narcóticos que nos tornan insensibles a ella(...)¿Qué esperan los hombres de la vida, qué pretenden alcanzar en ella?.Aspiran a ser felices, quieren llegar se felices, no quieren dejar de serlo.Esto implica por un lado evitar el dolor y el displacer, y por otro experimentar intensas sensaciones placenteras(...)El sufrimiento nos amenaza por tres lados: desde el propio cuerpo, que condenado a la decadencia y a la aniquilación, ni siquiera puede prescindir de los signos de alarma que representan el dolor y la angustia, el mundo exterior capaz de encarnizarse con nosotros con fuerzas destructoras omnipotentes e implacables, y de las relaciones con otros seres humanos.El sufrimiento que amenaza desde esta ultima fuente, quizá nos sea el más doloroso que cualquier otro.(...)El más crudo pero efectivo de los modos destinados a producir modificaciones en el soma es el químico. La intoxicación proporciona sensaciones placenteras, modificando las condiciones de nuestra sensibilidad.No sólo se les debe el placer inmediato, sino también una muy anhelada medida de independencia frente al mundo exterior.Los hombres saben que por estos quitapenas, siempre podrán escapar del peso de la realidad(...)También se sabe que precisamente esta cualidad de los estupefacientes es la que entraña su peligro y nocividad"

Sigmund Freud /El Malestar en la Cultura / 1930

Esto lo escribió un genio llamado Freud hace ochenta y dos años, parece que lo hubiera escrito ayer en la crónica de algún periódico o en la columna de alguna revista especializada. Me asombra cada día la lucidez de este hombre, su sensibilidad, su capacidad para captar y capturar en su prosa y en su pensamiento la esencia de lo humano y la labilidad del sujeto-parlante.Por eso parafraseando a Lacan, le hacemos decir hoy, que no hay sobre la tierra y entre los genios, captura de lo humano tal como la hay en la obra de Sigmund Freud. Simplemente asombrosa y muy, pero muy adelantada a su época, de tal suerte que fué él quien con los estudios neurológicos de su época dio pie a ulteriores descubrimientos, tales como la arborificación de la neuróna y la ideación del modelo del sistema nervioso central.Se adelantó a la lingüística y su sistema, plasmado en la carta 52 a Fliess, aún hoy es un faro que alumbra la clínica psicoanalítica:

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xx xx xx xx xx
x xx x x

w wz ub vb bw


Via FB  Literatura e psicoanálise.

segunda-feira, janeiro 07, 2013

Betty Milan entrevista Didier-Weill





Alain Didier-Weill: A psicanálise e a música

 Betty Milan

Este texto integra o livro A força da palavra. Foi publicado como "Didier-Weill procura cotidiano de surpresas",

 O Estado de S. Paulo, 23/12/1995.

Alain Didier-Weill nasceu em Lyon. Fez medicina e se formou em psicanálise com Jacques Lacan, de quem foi um dos interlocutores privilegiados. A convite do mestre, fez longas intervenções no seu seminário e por isso se destacou no movimento psicanalítico dos anos 1970. Depois da dissolução por Lacan da Escola Freudiana de Paris, da qual Didier-Weill era membro, ele criou com outros colegas Le Coût Freudien e participou da fundação do Inter-Associatif, que hoje reúne mais de vinte associações europeias. Além de psicanalista, é autor de várias peças de teatro, entre as quais O banco e Pol, que recebeu o prêmio da crítica parisiense em 1975 e foi representada em Dublin, Lyon, Montreal e Nova York. Entre suas obras publicadas no Brasil estão Os três tempos da lei, Inconsciente freudiano e transmissão da psicanálise, Invocações, A hora do chá na casa dos Pendlebury. Talvez por ser também um artista, Alain Didier-Weill lançou um livro de psicanálise, Os três tempos da lei, que surpreende pela absoluta originalidade.

Didier-Weill ousou fazer o que as associações psicanalíticas tendem a impedir e a psicanálise preconiza: renovar. A partir da sua obra, já não há como ignorar a importância da surpresa, em torno da qual o autor faz girar a teoria psicanalítica, mostrando, por exemplo, que o homem não pode dispensar o jogo e tampouco a arte porque ele precisa se surpreender. Os três tempos da lei torna claro que a verdadeira referência da psicanálise é a arte e é preciso desconfiar dos que se dizem psicanalistas e são dogmáticos.

Alain Didier-Weill talvez tenha chegado para dizer, como Édouard Manet, que o fundamental é não fazer de novo o que já foi feito pelos outros, mas autorizar-se a invenção. Para ouvir este psicanalista supreendente, fui ao Rio de Janeiro, onde ele fazia uma série de conferências a convite da associação O Corpo Freudiano.

Betty Milan: Você diz no seu livro que nós precisamos da arte e do jogo para podermos nos surpreender. Como é que você explica esse gosto pela surpresa?
Alain Didier-Weil: Precisamos reencontrar a possibilidade de nos surpreender que tínhamos na infância. A surpresa é a irrupção na vida cotidiana de uma experiência que nos priva do que já sabíamos.

BM: Mas por que isso é importante?
DIDIER-WEILL: Nós que idolatramos o nosso saber descobrimos com a experiência da surpresa que gostamos de ficar despossuídos do saber. O homem tem a nostalgia da infância, da época em que se surpreendia com todas as coisas e se deparava com a novidade absoluta.

BM: O que mais o surpreende no Brasil?
DIDIER-WEILL: A bossa nova. Há no ritmo da bossa nova – tão contrário ao do tango, que nada tem de surpreendente – uma relação com o tempo que permite cantar sem gritar, como os roqueiros. A bossa nova dá vontade de dançar. A maneira como as mulheres brasileiras andam também me surpreende, é uma dança que vai se esboçando. Eu me pergunto ainda porque há tantos travestis nesse país. Trata-se de algo que eu não compreendo.

BM: Você dedica o seu livro a Jacques Lacan, que você também chama de “a nota azul”...
DIDIER-WEILL: Dediquei o livro ao meu mestre e à minha amante, a música. Achei interessante associá-los. A nota azul remete ao blues, claro, mas a ideia de associar a nota de música a uma cor me ocorreu lendo uma carta de Chopin, em que ele fala da nota azul como uma nota especial, porque ela propicia o máximo de surpresa.

BM: Será que você poderia falar da relação existente entre o psicanalista e o músico?
DIDIER-WEILL: Como psicanalistas, nós vivemos no mundo das palavras e trabalhamos com elas. Mas as palavras têm os seus limites. Não conheço, por exemplo, uma interpretação que possa curar uma melancolia ou um delírio. Um analista deve poder ouvir, além das palavras, a música da voz do analisando. Trata-se de algo que não se pode ensinar. Um dia, um analisando me contava uma história que era muito triste, mas ao mesmo tempo ele me fazia ouvir, através da música da sua voz, uma grande alegria. E eu ri. Com o riso, que obviamente não era de zombaria, a pessoa ficou aliviada. Quando eu ri, restituí ao analisando uma alegria que ele tinha e não sabia.

BM: Vocé é psicanalista e dramaturgo. Isso não é habitual. O que significa se dedicar à psicanálise e à arte?
DIDIER-WEILL: Não existe contradição. Na cura analítica, a gente tenta apreender, para além da prosa, as palavras que são verdadeiramente as do sujeito, as palavras que o constituíram e eu chamo de “o poema de cada um”. E, quando o sujeito encontra esse poema, ele pode dar continuidade ao mesmo. O que nós temos de melhor são as palavras do poema que nos criou e nada têm a ver com o discurso universitário.

BM: Depois da dissolução da Escola Freudiana de Paris, você participou da criação do Inter-Associatif. Por que e como nasceu esse movimento?
DIDIER-WEILL: Quando Lacan dissolveu a Escola Freudiana de Paris, apareceram 12 associações que, durante muitos anos, ficaram isoladas, à procura da sua identidade. Quando esta foi conquistada, surgiu a necessidade de estabelecer uma relação entre elas, construir uma passarela. O diálogo interassociativo evoluiu e nós resolvemos oficializá-lo, criando o Inter-Associatif, que hoje reúne vinte associações europeias. A ideia é criar uma comunidade de psicanalistas que não estejam ligados por um discurso uníssono. Queremos manter a heterogeneidade de concepções.

BM: Qual é o futuro da psicanálise na sua opinião?
DIDIER-WEILL: Temo o pior e espero o melhor. A psicanálise que Freud nos transmitiu, a da descoberta do sujeito do inconsciente, é o oxigênio de que hoje precisamos, mas ela é algo perecível. Como, aliás, o discurso da tragédia na Grécia, que só durou um século. Com a aparição do discurso filosófico, o da tragédia sumiu de circulação. Só voltou com Shakespeare, muitos séculos depois. Algo de comparável pode agora se passar com a psicanálise. Por isso, eu me empenho em transmiti-la e sou extremamente grato a Lacan, não porque ele tenha feito o retorno a Freud, mas porque nos mostrou como cada analista pode fazer o retorno, à sua maneira.